Los humanos solemos utilizar el castigo o la riña como herramienta educativa y en muchos casos funciona pero, no enseña, simplemente evita el comportamiento de manera momentánea, por lo que la conducta aparece una y otra vez y el estrés por nuestra parte también. En otras palabras, es muy difícil saber qué nivel debe tener un castigo o riña para que la conducta se extinga. La cosa tiende a hacerse crónica y desagradable para ambas partes y en el peor de los casos la desconfianza y la inseguridad aumentan llegando a perjudicar el vínculo.

Pero...

¿Qué ocurre si hacemos un cambio de chip y nos fijamos en lo que nuestro perro hace bien aunque sea por casualidad y se lo hacemos saber?

Que la conducta se repite una y otra vez, porque no hay nada mejor que recibir halagos, regalos y cariño, ¿verdad?.